Xavi tuvo claro desde que aterrizó en el banquillo del FC Barcelona que Ousmane Dembélé era su apuesta clara para el extremo derecho. La renovación no llegó pero el técnico siguió con pico y pala trabajando para convencer a Laporta de firmar nuevamente al francés. Dicho y hecho.
El problema es que la dirección deportiva azulgrana, liderada por Mateu Alemany, nunca quiso negociar con el extremo galo ni con su agente, es más para forzar su adiós definitivo se firmó a Raphinha pagando 58M€ por su traspaso al Leeds. Una suma que aún puede seguir creciendo en función de objetivos conseguidos por el futbolista.
Pero Laporta cedió y con la rebaja en sus pretensiones de Dembélé, se le ofreció un nuevo contrato. El problema estaba visto y es que ambos son extremos diestros. Uno es la apuesta del entrenador y otro la de la dirección deportiva.
Pensando en el futuro, la idea es clara, dar salida al francés, más pronto que tarde, mejor en enero que en junio, visto sobre todo que entraría otra vez en el último año de mercado y podría repetir jugada para marcharse gratis en 2024. Alemany presiona y parece que Xavi lo empieza a entender, y es que la presión ejercida está surtiendo efecto. Dembélé debe desaparecer del once, mientras que el brasileño tiene que sumar minutos para mostrar su calidad. Ante el Villarreal, dicho y hecho. Lo que está claro es que tras un buen arranque de curso, el francés ha vuelto a naufragar en la irregularidad.