Geoffrey Hurst pasará a la historia como el héroe nacional inglés, al conseguir marcar tres goles en la final del 66, único Mundial que el país británico tiene hasta el momento en sus vitrinas. Pero el capitán Bobby Moore jamás hubiera podido levantar el trofeo Jules Rimet (como se llamaba el galardón mundialista hasta 1970) de no haber sido por un personaje inesperado, un perro llamado Pickles.
Todo empezó durante la gira de la Copa del Mundo por tierras británicas. En una maniobra que sigue todavía sin respuestas, el trofeo desapareció misteriosamente en un descuido. La noticia fue caótica y Scotland Yard empezó una investigación.
El ladrón contactó poco después con los agentes de la ley, exigiendo 15.000 libras a cambio del objeto sustraído. La policía arrestó con éxito al hombre que esperaba el dinero, pero la copa seguía sin aparecer y la Federación Inglesa (FA) tomó la precaución de crear una réplica.
Un vecino londinense David Corbett paseaba siete días después junto a su perro Pickles por su barrio de South Norwood. El cánido se acercó a un árbol y regresó con algo entre sus fauces, un objeto grande envuelto en periódico era la Copa del Mundo.
Rápido llevó el objeto a la policía. La rocambolesca narración de los hechos convirtió por momentos a Corbett y Pickles en sospechosos. Después, todo quedó aclarado y Pickles se convirtió en héroe nacional. Amo y perro recibieron una recompensa de 6.000 libras, comida gratis para Pickles durante un año y la invitación a la cena que ofreció la reina Isabel II después del triunfo de Inglaterra en la final.
Pickles falleció en 1967 ahogado en su propia correa mientras perseguía a un gato. El intermediario arrestado también murió y el ladrón nunca apareció.
La negra historia del trofeo Jules Rimet tuvo todavía un episodio negro más. Fue robada de la sede de la Confederación Brasileña. Pese a que cuatro personas fueron detenidas, juzgadas y declaradas culpables, el trofeo de oro nunca apareció y se sospecha que fue fundido.